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Pedro M. Víllora (ed.): Teatro frívolo: El joven Telémaco, La corte de Faraón, Las Leandras. Editorial Fundamentos, Madrid, 2006 |
Por primera vez se reúnen los tres textos mayores de ese gran género menor que es el teatro musical frívolo.
El joven Telémaco (1866), de Eusebio Blasco con música de José Rogel, es el primero del género bufo y el que contiene las claves del mismo.
La corte de Faraón (1910), de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios, con música de Vicente Lleó, se estrena cuando el género chico muere, y es una mezcla con la opereta así como un ennoblecimiento de lo ínfimo.
En cuanto a Las Leandras (1931), de Emilio González del Castillo y José Muñoz Román, con música de Francisco Alonso, es la más exitosa de todas las revistas de espectáculo, y la que más calidad presenta en la combinación entre palabra y música.
El volumen se completa con una amplia antología de textos que pueder ayudar a entender lo que estas obras significaron en su momento y a los que quizá sea difícil acceder salvo por los especialistas. Son testimonios de Francisco Arderius, Eusebio Blasco, Benito Pérez Galdós, Celia Gámez, Terenci Moix, Alfredo Arias, Corpus Barga, Álvaro Retana, Ángel Zúñiga...
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Adolfo Marsillach: Teatro completo. Edición e introducción de Pedro Manuel Víllora. Prólogos de Luis María Anson y Mercedes Lezcano. Asociación de Autores de Teatro, Madrid, 2003. |
Este gran hombre de teatro, que se atrevió también a dirigir zarzuelas y musicales sin que su prestigio intelectual se fragilizara, al menos en la izquierda, fue un excelente autor teatral con comedias como Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?, y libros de tanta calidad, de tan profundo escepticismo como Tan lejos, tan cerca. Aquella ácida escritura la tengo todavía en la cabeza. Gran acierto, pues, el de la Asociación de Autores de Teatro al recoger en este libro que el lector tiene entre sus manos las cinco comedias que Marsillach publicó, junto a otras tres obras inéditas. Pedro M. Víllora, dramaturgo de relieve, ha hecho un minucioso trabajo de recopilación. Teatro a veces, el que se contiene en este libro, en la frontera de la vanguardia, con voluntad de calidad y con resultados no desdeñables. Marsillach, además de actor y director, era un autor considerable.
Luis María ANSON
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Terenci Moix: Terenci del Nilo.
Edición a cargo de Pedro Manuel Víllora.
Prólogo de Maria Aurèlia Capmany.
Planeta, Barcelona, 1999.
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Terenci Moix: El día que murió Marilyn.
Edición a cargo de Pedro Manuel Víllora.
Prólogo de Enric Cassany.
Planeta, Barcelona, 1998.
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Terenci Moix: Mundo macho.
Edición a cargo de Pedro Manuel Víllora.
Prólogo de Pere Gimferrer.
Planeta, Barcelona, 1998.
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Ana María Matute: Casa de juegos prohibidos (Textos inocentes). Edición e introducción de Pedro Manuel Víllora. Espasa Calpe, Madrid, 1997. |
Casa de juegos (Textos inocentes) surge del intento de hacer una lectura inocente de la obra de Ana María Matute. Ha sido preciso olvidarse de teorías y conceptos previos, de todas esas cosas que uno aprende y que en verdad no valen para nada.
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"Toda mi obra está escrita desde dentro de un universo erótico" -dice Terenci Moix-, entendiendo erotismo como una forma de creación. Aquí estamos, por lo tanto, en esta selección de título inquietante -La noche no es hermosa-, ante una antología del núcleo central de su obra, quizá su inspiración mayor, los Textos de Eros, los más significativos de toda ella, lo que tal vez lo convierta en un título revelador de todos los demás.
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Electra en Oma. Fundación Valparaíso, Mojácar, 2006. Prólogo de Santiago Martín Bermúdez.
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Hubo un tiempo en que el nacionalismo tuvo el canto y el apoyo del poeta. Hoy, como demuestra Electra en Oma, se ha quedado sin canto y sin apoyo. Se ha quedado con el aparato corrompido y corruptor. Tal vez le baste con eso, tal vez era eso lo que siempre buscó. El caso es que no se puede tener el canto al mismo tiempo que la mentira. Antes o después, el poeta se da cuenta de su error y, lamentando que una vez más se haya hecho uso espurio de su blancura, retira el apoyo a los recolectores de nueces. Víllora pertenece ya a esa generación a la que no le hace demasiada mella renunciar a la mentira del nacionalismo, sabe que eso no es progreso, que eso no es libertad, sino mordaza. Esa mordaza que el corifeo acaba reconociendo: "He sido tan cobarde como cualquier otro al aceptar ciertas cosas sin rebelarme". Esa causa es la causa de lo pequeño y lo vil: "Eres pequeño, Egisto -le espeta Electra al flamante tirano-, y por eso intentas que Argos sea tan pequeña como tú". "Lloran la suerte de Argos -dice Demódoco de las gentes del Coro-, sometida a un poder excluyente que nada quiere saber de los que no le son fieles ciegamente".
¿Le sorprenderá a alguien que Víllora le dedique esta obra a las víctimas?
Santiago MARTÍN BERMÚDEZ