He creído preferible un acercamiento desde la posición del lector que acude a unos libros y encuentra en ellos argumentos válidos para configurarse como individuo poderoso frente a una realidad aversiva. De ahí derivan desde el sentido mismo del ordenamiento de los textos que siguen, hasta la forma de esta introducción. Todo el conjunto está en función de los argumentos de un mundo poético que comprende, como pocos, los conflictos de la madurez, la pérdida de la inocencia, la adopción de comportamientos viciados y extraños, la necesidad imperiosa de reconducirse hasta un lugar nuevo que se rija mediante pautas más transigentes y generosas...

 

¿Qué es, en definitiva, Casa de juegos prohibidos? Poca cosa: nada más que un homenaje a quien considero "el novelista mas importante de nuestros días" (aplicando a Ana María la misma expresión que ella utilizó en otra ocasión). Son sus palabras las que dan sentido a este libro. Me he limitado a escogerlas en función de una estructura que responde a lo que he creído ver en sus obras, a la diferente energía que emana de cada momento, y las he agrupado bajo un título clarificador, donde se aúnan los deseos infantiles con su represión, la libertad de movimientos con el asombro ante una contención insospechada e injusta.

 

No quisiera provocar otra reacción ante este libro que no fuese puramente emocional. Estamos demasiado necesitados de una educación sentimental como para ensuciar con teorías las posibilidades que tenemos de acceder al espacio de los afectos. Casa de juegos prohibidos pide ser leído con el corazón y desde la inocencia; y si al principio está dormida, no importa, porque ojalá estos textos contribuyan a despertarla.

Pedro Víllora